La serie Monstruos Marinos intenta rescatar la belleza del mar, de lo biológico, de lo increíblemente pequeño, de mundos desconocidos que nos rodean.
Para mí, la pintura no es el medio más adecuado para capturar la realidad como la vemos, pero si para representar la nuestra, la que tiene una perspectiva diferente y única a la cual podemos distorsionar, enriquecer o tal vez hasta empobrecer.
Es un grito de esperanza, de lograr inmortalizar la belleza que se extingue, la belleza que no podemos ver, ni salvar.
La técnica, por medio de marcadores o plumas finísimas justamente quiere que el observador se fije en el detalle, que se obligue a acercarse, que este consciente que no es algo que se ve a simple vista. El formato le recuerda que es pequeño y delicado, pero que a pesar de eso puede perdurar y ser hermoso.
En la mayoría de la obra los colores son brillantes, llamativos y ricos a pesar de que hay límites técnicos con el medio escogido que no permiten mezclas infinitas. Con solo 8 colores de tinta se logra el volumen y la profundidad que algunas ilustraciones requieren.
El uso del negro en otras, nos recuerda la profundidad del océano, la ausencia de luz y por lo tanto la ausencia de color; cuando esto sucede, la riqueza del dibujo o del uso de las tramas y gradaciones lo hacen tan bello que el color no se extraña.
El papel y la cartulina sin ácidos, las tintas resistentes al agua y a la luz, aseguran la conservación de la obra.